Cierta vez, al repasar textos clásicos, advertí el lugar relevante que le otorgaban a los animales. Se los relacionaba con los dioses y la vida diaria, con las vías de trascendencia y el comercio, con la sabiduría y el alimento cotidiano.Mi curiosidad, tanto como mi inmenso amor por los animales, me llevó a investigar qué se había conservado o no de los relatos y afirmaciones de aquellos tiempos. Acudí entonces a fuentes históricas y literarias, a viejas y nuevas ciencias. Desplegados como un abanico, los interrogantes que surgían iban tejiendo una historia diferente, un panorama circunstanciado, y a la vez repetido en diversos grados, que resultaba intrigante y asombroso.Dioses, animales y humanos es la resultante de esas búsquedas que procuran restaurar, en parte, la sacralidad pérdida.